Por si a estas alturas hay alguna persona llamada a las urnas no se ha enterado, parece que este domingo votamos entre dos opciones: quienes quieren romper España o quienes quieren evitar que se rompa.
Ésa es la dicotomía ante la que nos encontramos los ciudadanos y ciudadanas que tenemos el derecho y la responsabilidad de ir a las urnas este domingo 28 de abril. Ahí es nada.
Yo, para que no quede duda, me he definido desde el título. Votaré para que España no se rompa.
España inició el peligroso camino hacia su ruptura hace unos años.
Surgía con fuerza una nueva clase social, los trabajadores pobres o más concretamente, las trabajadoras pobres porque son las mujeres quienes llevan a su casa los salarios más bajos, al ocupar los empleos con mayor tasa de temporalidad, precariedad a la que añadir la consabida brecha salarial y retributiva.
Al mismo tiempo que España se convertía en uno de los países más desiguales de la Unión europea, el percentil más rico de la población del país incrementaba su renta. En lenguaje llano, los ricos más ricos y los pobres más pobres.
Miles y miles de jóvenes con la mejor cualificación de la historia se veían obligados a emigrar a países en los que se les ofrecía un empleo y en muchos casos con condiciones a las que les era imposible aspirar en el país que les había dado la oportunidad de formarse.
La pobreza infantil llegaba a cifras que avergüenzan a cualquier sociedad. El 28% de los niños y niñas en nuestro país, casi 1 de cada 3, vive en riesgo de pobreza, diez puntos por encima de la media europea.
El ascensor social se ha bloqueado como consecuencia de la crisis y de las medidas de la derecha para, supuestamente, ponerle freno. Aunque a tenor de las cifras parece que a lo que se puso freno es al ascensor social de nuestro país.
El hecho más azaroso de nuestra vida, el lugar y familia de nacimiento, sentencia nuestro estatus lo que en el caso de las familias con bajos ingresos se traduce en que necesitan cuatro generaciones para, si tienen suerte, ascender a la clase media.
Los efectos de la desigualdad afectan al conjunto de la sociedad, no solo a quienes sufren sus consecuencias más severas. Las sociedades más desiguales son sociedades menos prósperas, menos sanas, menos seguras, más segmentadas y vulnerables en su conjunto.
Las sociedades desiguales son sociedades polarizadas en las que construir un proyecto colectivo resulta más incierto que en las sociedades cohesionadas.
Sí, España puede romperse por la costura de la igualdad de oportunidades. Por eso este domingo con mi voto diré no a la ruptura de España.
El #28A diré sí a poner fin a la pobreza infantil.
Sí a salarios y empleos que garanticen una vida digna. Porque no hay niños o niñas pobres en hogares donde entran salarios decentes.
Diré sí al blindaje del sistema público de pensiones en la Constitución.
Sí a una educación pública de calidad y para todos y todas desde los 0 años hasta la universidad.
Diré sí a una economía sostenible, una transición ecológica justa que genere nuevas oportunidades de empleo y desarrollo sin hipotecar nuestro planeta.
Sí al compromiso con la cooperación para el desarrollo, con la construcción de un mundo más justo, en paz y libre de hambre y pobreza.
Diré sí al feminismo, a la igualdad plena entre mujeres y hombres. Diré sí a que no es no.
Sí a que quién más tiene contribuya más a romper la desigualdad.
Diré sí a lo empezado el 1 de junio, a la apuesta por la convivencia construida en los pilares del diálogo y la ley. Sí a unir el país en un proyecto colectivo de crecimiento y justicia social.
Votaré para no dar pasos atrás en democracia.
Para no dejar a nadie atrás, este domingo votaré al PSOE. #HazQuePase
@CarlotaMerchn
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