Puedo imaginarme los sentimientos que movían cada día a Lorena en su trabajo como cooperante. Puedo imaginarme cuánto le removería la conciencia contemplar los horrores de un conflicto que, como todos, dura demasiado.

Lorena fue asesinada ayer en Afganistán. Fue asesinada mientras realizaba su trabajo de atención a personas con discapacidades físicas, un centro ortopédico en el que especialmente niños y niñas aprendían, con Lorena, a rehacer su vida con una pierna o un brazo ortopédico que suplía el propio perdido como consecuencia de una mina antipersona u otro tipo de ataque. 

Los trabajadores humanitarios -cooperantes y trabajadores locales- se han convertido en objetivos bélicos, lo que supone una flagrante violación del derecho humanitario internacional. Son además los trabajadores y trabajadoras del colectivo sanitario los que registran el triste récord de humanitarios asesinados. 62 asesinados en el primer semestre de 2017, a los que con profundo dolor sumamos la fisioterapeuta española Lorena Enebral Pérez, cooperante del Comité Internacional de Cruz Roja. 

Los trabajadores y los dispositivos humanitarios no pueden ser un objetivo de guerra. Y la realidad es que por error o por no error son cada vez más los centros sanitarios, almacenes de ayuda que sufren ataques. Son cada vez más los trabajadores humanitarios, sobre todo trabajadores y trabajadoras locales, que son víctimas de ataques por parte de quienes buscan una vuelta de tuerca más en la espiral de terror y sinrazón. 

La protección de los trabajadores y trabajadoras humanitarios debe ser una prioridad. Personas como Lorena dedican su vida a proteger a los más vulnerables en una manifestación extraordinaria de generosidad y compromiso, que si bien no es un consuelo, sí debe ser motivo de orgullo para quienes hoy la lloran, para quienes hoy la lloramos. 

Los cooperantes son testigos tan incómodos como necesarios por su labor diaria y por su testimonio de denuncia y de defensa de los derechos humanos. Y precisamente por eso #NoSonObjetivo sino que deben ser protegidos para que puedan desempeñar su encomiable labor en condiciones seguras. 

Ni un trabajador humanitario más asesinado. 

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