Los británicos y británicas acudirán mañana a las urnas y, como sucedió en España en marzo de 2004, lo harán en pleno proceso de duelo tras los atentados terroristas cometidos en Manchester y Londres.

Es difícil calcular el peso que los atentados y la gestión de los mismos pueda tener en la elección de los británicos, pero desde luego, han supuesto un nuevo giro en la ya inusitada campaña electoral introduciendo un elemento de incertidumbre que hace unos días era impensable.

Cualquiera habríamos apostado a que sería el Brexit, sus consecuencias para la ciudadanía británica, el impacto en la economía y el empleo, en el papel del Reino Unido en la política global, el impacto en las personas británicas que viven en países comunitarios….lo que marcaría la campaña electoral, pero resulta que no está siendo así.

Quizás algo influya la tan famosa flema británica, pero no deja de asombrarme la naturalidad con la que parece que el Brexit ha sido asumido por la ciudadanía y la clase política británica como realidad a pesar de que poco o nada se sabe aún de las consecuencias, nada positivas según se puede intuir, que la decisión de abandonar la Unión Europea tendrá para el país o de no saber aún si se negociará un soft-Brexit o un hard-Brexit.

Y así, en medio de esa nebulosa de confusión el debate de la campaña electoral se ha centrado en las cuestiones domésticas, en las que afectan a la vida diaria de los ciudadanos como el empleo, la sanidad, los servicios públicos… recuperando el debate más tradicional entre conservadores y laboristas.

Tras los atentados en Manchester y Londres el terrorismo y la seguridad han entrado con fuerza en la campaña electoral y en este caso la Premier Theresa May no está saliendo muy bien parada. Los recortes realizados durante su mandato al frente del Ministerio del Interior penden sobre ella como una espada de Damocles al tiempo que la propia Premier clama que “enough is enough” y de que se ha sido demasiado tolerante con los extremistas. ¿Cabría valorar esas afirmaciones como una disculpa o un signo de renuncia a las políticas neoliberales obsesionadas en recortar el gasto público que han llevado a cabo los gobiernos de los que ha formado parte?

Todo parece apuntar a que, a pesar de una recuperación del voto laborista, los conservadores revalidarían el triunfo. Pero últimamente nunca se sabe. Hay partido hasta el final.

Desde luego, yo espero que Jeremy Corbyn gane estas elecciones y que lo haga con lo que muchos analistas están llamando despectivamente “el viejo discurso de la izquierda”. Si por viejo discurso de la izquierda se entiende recuperar el valor de los servicios públicos, poner la economía al servicio de las personas, la igualdad de oportunidades, en definitiva, el discurso de derechos, pues bienvenido sea.

Ilusionar con el discurso de siempre al tiempo que la derecha reivindica también su discurso de siempre. No hay más que ver las últimas propuestas de May para, según ella, luchar contra el terrorismo: ir hacia atrás en derechos humanos; o el anunciado, y al poco matizado, dramático impuesto a la demencia.

Theresa May no es Margaret Thatcher y ella lo sabe. Pero sus propuestas recogen la lección bien aprendida de la maestra de la más tradicional política Tory. ¿Qué elegirán los británicos? Por si acaso, yo esperaré a dar el resultado por definitivo hasta la mañana del viernes.

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