Para quienes creemos en el multilateralismo y el internacionalismo, el año 2015 fue, sin duda, un año de reconciliación, de esperanza con nosotros mismos ante la posibilidad real de alcanzar, parafraseando al ex Secretario General Ban ki-Moon, un desarrollo sostenible sin dejar a nadie atrás. Un compromiso con la globalización, con el sueño siempre presente de un mundo libre de pobreza y desigualdad.
Hace apenas dos años, el mundo aprobaba dos de las agendas globales más ambiciosas jamás consensuadas: en septiembre la agenda de desarrollo sostenible 2030 y, en diciembre, el acuerdo de París contra el cambio climático. Sin duda la mayor apuesta por un mundo interconectado en el que los problemas globales requieren respuestas globales y locales de manera coordinada y con objetivos comunes.
Sin embargo, el último año se han producido una serie de acontecimientos que amenazan ese espíritu de ciudadanía global que hizo posible llegar a acuerdos tan relevantes para la humanidad presente y futura.
Me refiero a la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos ;, sin duda, uno de acontecimiento más relevantes y con mayor impacto en el contexto global de las últimas décadas.
El Presidente Trump llegó al poder de la primera potencia mundial con un discurso nacionalista, xenófobo, proteccionista, autárquico, negacionista del cambio climático y claramente belicista, situándose en las antípodas de los principios inspiradores de las agendas de 2015. Por ello, el anuncio más personal que institucional, a mi parecer, de la Administración estadounidense del abandono del Acuerdo de París no debería sorprendernos pues es coherente con el discurso del miedo que ha entronizado a Trump como presidente de los Estados Unidos.
Donald Trump ha anunciado recortes en todo lo que él considera gastos superfluos que no redundan en el bienestar de los estadounidenses. Así pues, nada más llegar a la Casa Blanca anunció recortes en política exterior, diplomacia, ayuda humanitaria y ayuda al desarrollo, fondos globales, etc… En definitiva “America First”.
Las consecuencias de que el segundo emisor de CO2 se retire del mayor acuerdo alcanzado para, precisamente, reducir las emisiones, es un problema para el mundo pero no nos engañemos, es un problema sobre todo para Estados Unidos. El incumplimiento de las cuotas de reducción puede colocar en la atmósfera 3.000 millones de toneladas de CO2 cada año, con el consecuente impacto que esto tiene en el objetivo de contención del aumento de la temperatura global. Es decir, una irresponsable decisión local con severas consecuencias globales.
Únicamente dos Estados no firmaron el Acuerdo de París, Nicaragua y Siria, por razones muy específicas. La decisión actual de los Estados Unidos, aun respondiendo a una decisión personal de quien parasita merced a los cantos melodiosos del populismo, responde a una visión reduccionista de sí mismos y de lo que significa formar parte de un mundo globalizado, supone uno de los mayores golpes al consenso internacional y por ende a las Naciones Unidas.
Que Estados Unidos abandone motu proprio el liderazgo de las agendas globales supone un punto de inflexión en la política internacional sin parangón. Sin duda, Estados Unidos acabará arrepintiéndose de este giro de sus políticas.
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