Hace una semana que tembló la tierra en Nepal dejando desolación y dolor. Cifras desmesuradas con otras tantas vidas truncadas, 6.621 personas fallecidas contabilizadas hasta ayer, cuando ya se han perdido las esperanzas de que surjan nuevos milagros entre los escombros.

Nepal era ya uno de los países más pobres del mundo antes del terremoto. Los efectos del seísmo son rotundos. Además de las personas muertas, 8 millones de personas se han visto afectadas y más de 600.000 edificios derruidos dan idea de las dimensiones del desastre.

Viviendas construidas con la técnica del piedra sobre piedra, en el mejor de los casos; sistemas de agua y saneamiento más que rudimentarios, sistemas de comunicaciones cuanto menos frágiles.

La suerte, la mala suerte, se ceba una vez más con los más pobres. Desgraciadamente hasta en esto la Naturaleza es cruelmente caprichosa. Por mucho que nuestra ciencia haya avanzado, no podemos evitar que los volcanes entren en erupción, que llueva sin cesar o que la Tierra tiemble. Sin embargo, sí podemos reducir los daños, prevenirlos y reducir los riesgos de desastre.

Hacía 80 años que la Tierra no temblaba en Nepal como lo hizo el pasado 25 de abril, pero tarde o temprano lo iba a hacer. El problema es que el país no estaba preparado como lo están otros países que conviven con amenazas similares pero dotados de los recursos y capacidades necesarios para mitigar el impacto de lo inevitable.

Ya lo vimos hace algo más de 5 años en Haití donde, sin duda, la catástrofe no hubiera sido igual de haber tenido las instituciones, recursos y capacidades necesarias para prevenir y reducir los riesgos.

Y ahora, ¿qué?

Aun a riesgo de parecer extremadamente ingenua, confío en que la comunidad internacional haya aprendido y en este crucial 2015 de ejemplo del compromiso con el desarrollo renovado y aproveche la oportunidad de implementar el resultado de la cumbre de Sendai sobre reducción de riesgos, de la que de nuevo quedó pendiente el capítulo de financiación.

Se anuncia una conferencia de donantes para la reconstrucción de Nepal a la que habrá que estar atentos y de la que espero que no se trate de una sucesión de buenas intenciones y declaraciones de solidaridad y realmente se pongan sobre la mesa acuerdos concretos de cooperación porque la solidaridad, así en espíritu y por sí sola, ni reconstruye y rehabilita.

Parafraseando al gran Forges, que no nos olvidemos de Nepal (ni de Haití, ni de Siria, ni de Somalia, ni de tantos otros)

@CarlotaMerchn

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