Las imágenes de soldados o miembros del ISIS destrozando las estatuas milenarias del museo de Mosul nos recuerda episodios del pasado no tan lejano, cuando asistimos a la barbarie de los talibanes explotando los budas gigantes de Bamiyán.
Obviamente no es ni por lo más remoto comparable el dolor que me causa la muerte y el dolor que el ISIS infringe cada día a las niñas y mujeres, hombres y niños con la tristeza de ver saltar por los aires el arte asirio. Las personas siempre por delante de todo.
Hoy son los soldados del ISIS, ayer fueron los talibanes, las milicias islamistas radicales Malí, igual que se destruyeron y prohibieron arte y literatura en la Europa nazi, la Unión Soviética o en la España franquista. Mismos perros con distintos collares.
Pueden enmascararlo como quieran, pero siempre es lo mismo. El pensamiento único. Nada que ayude a educar, nada que anime a pensar. Nada de cultura. Nada de educación. Nada de libertad.
El terror y la intolerancia es su estado natural, el medio en el que mejor se desenvuelven. Sin embargo, con su comportamiento lo que muestran es su miedo más profundo. El miedo a la libertad, que es lo que les hace atacar escuelas, prohibir la música, el cine, la pintura, los libros que hacen soñar, pensar, amar, reir…
Necesitan el miedo y el terror para sobrevivir porque se saben débiles. Tienen la debilidad de quien solo convence con el miedo y el dolor.
El dolor frente a la tristeza de que quienes como canta Aute “más que nausea dan tristeza/no rozaron ni un instante/la belleza”.
No olvido a las niñas secuestradas por Boko Haram #BringBackOurGirls
@CarlotaMerchn
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