A poco que una persona viaje por estos mundos de Dios, Yavé, Alá, Jehová …. se da cuenta de que las almas puras no existen. Yo lo descubrí hace tiempo, por supuesto después de asistir a la caída de un mito, pero he de reconocer que vivo más tranquila desde entonces.
Asumir que ni siquiera un bebé se priva de esas pequeñas trampas para conseguir la atención de quienes le rodean, nos pone a las personas en una situación más real, más de pares.
La vida no es sino ir gestionando del mejor modo posible para nosotras mismas y los demás, esos pequeños o grandes conflictos que encontramos cada día. Y no conozco a nadie de inmaculado expediente, siempre hay mácula por pequeña que sea, y no hace falta esconder medio millón de pichifloros al fisco (eso ya es algo más que una mácula que no está al alcance de cualquiera).
Por eso esa gran frase, tan grande como poco fina, de que no hay que escupir hacia arriba aplica a quienes se presentan como almas puras, que ya sabemos que no existen así que, ¿para qué emperrarnos en algo que no es?.
Y así se caen los mitos, cuando descubrimos que también son mortales, que el Olimpo era de aquella manera y poco se diferenciaban sus habitantes del resto del pueblo llano. Aunque hasta en esto hay niveles porque yo me habría dado cuenta de medio millón de pichifloros. Si es que, siempre ha habido castas.
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