Hay una noche en la que mi espíritu republicano claudica. Los Reyes Magos siguen fascinándome cada cinco de enero en las cabalgatas que recorren las calles de barrios, pueblos y ciudades.

Me emociono al ver pasar a Melchor, Gaspar y Baltasar en sus carrozas, da igual lo ostentosas o sencillas que éstas sean. Yo soy de Baltasar y de esas que salta y grita hasta que al mago no le queda de otra que saludarme.

No entiendo a quienes confunden churras y merinas y en un arranque de estupidez dicen no comulgar con los Reyes porque, resumiendo, también son casta-caspa. Pues eso, simple estupidez.

Negar a los Reyes Magos es negar una parte de nosotros mismos, ese recoveco de inocencia que nos queda, esa ilusión por dar y recibir, por la sorpresa, por la alegría que sentimos al ver la que provocamos en quien tenemos enfrente. La fiesta de Reyes trasciende la religiosidad y las ideologías, al menos así la entiendo yo.

Pienso que nada justifica privar de esa ilusión que nos ha acompañado a todos y todas en nuestra infancia. Creo que cada niño y cada niña deben recibir la visita de los tres Magos de Oriente.

Le explicaba a mi hija que son el amor y la solidaridad lo que hacen que la noche del cinco de enero sea mágica. Que la magia está en nosotros y nosotras en una noche de mágica complicidad para, nada más y nada menos que, provocar la alegría y la sorpresa en quienes queremos.

Por eso doy las gracias a quienes se han movilizado, nos han movilizado, para hacer posible que niños y niñas cuyas casas casi se habían borrado del callejero de Melchor, Gaspar y Baltasar sigan creyendo en la magia de los Magos.

¿Cómo no voy a creer en los Reyes Magos? No hacerlo sería como asumir que las personas somos incapaces de hacernos felices unas a otras siquiera una noche al año.

Por eso creo en los Reyes Magos. Porque creo que las personas de bien somos felices cuando hacemos que lo sean también quienes nos rodean. Aunque sea una noche al año.

Y como decía aquel Baltasar con acento cubano, que se parecía sospechosamente al padre de mi amiga Nerea: a dormir con los puñitos cerrados.

@CarlotaMerchn

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